"El hombre blanco sabe como hacer cosas, pero no sabe como distribuirlas"
Toro Sentado
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Hace tiempo se publicó la autobiografía de un autentico indio norteamericano, "El Don del Poder: Vida y Enseñanzas de un hombre medicina Lakota" de Archie Fire, llena de anécdotas increibles cuenta el declive de los indios originales y hasta donde puede denigrarse un ser humano debido al sometimiento por otros dudosos seres humanos armados de progreso. De como su en otros tiempos honorable padre acabó disfrazado de payasa, mas que digna profesión, participando en esperpénticos rodeos. La caída en el alcohol y las broncas diarias por cualquier motivo eran el fin mayoritario de los vencidos en las praderas.
El personaje principal del libro que llegó a ser paracaidista del ejercito estadounidense, cazador oficial de serpientes, cuando encontraba algún nido con un número poco saludable de ellas se olvidaba de sus ancestros y utilizaba una de las medicinas mas modernas y efectivas, la dinamita, participó en películas míticas como La Diligencia de John Ford y Flecha Rota protagonizada por James Stewart y acabó siendo asesor en Hollywood sobre las lenguas originales de sus antepasados indios. Gracias a este último trabajo se permitió una pequeña y original venganza.
Es normal que cualquier indio este dispuesto a odiar, aun con contadas excepciones, el modo en el que el cine los ha tratado, así que un autentico indio asesor lingüístico sioux en el corazón de la meca del cine rompió su flecha, y encima fue pagado generosamente por su laborioso trabajo.
En la escena de una película, se entabla una tensa negociación entre unos vaqueros despistados y muy bien afeitados con unos indios con pinta de estar algo cabreados, la escena es subtitulada porque ambos bandos están hablando en indio, bueno, en uno de sus numerosos dialectos. De repente, para mostrar lo que uno de los indios esta hablando aparece el subtitulo "Mi hermano blanco habla con lengua recta", la mayoría del cine guarda silencio, hasta el pesado de las palomitas ha dejado de engullirlas mientras espera con ansiedad el fin de tan decisiva conversación alrededor de una fogata en mitad de una inmensa pradera. Todo es silencio a excepción de unas butacas de la última fila donde tres indios están retorciéndose de la risa y luchando con todas sus fuerzas por no caerse al suelo.
Lo que decía realmente el indio en la película era "a ese blanco no se le levanta"
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