La semana pasada me escape tres días a Soria, solo, a divagar en largos paseos rodeado de silencio, a revisitar mis veranos infantiles y a olvidarme de todo lo que me rodea, no hay muchos sitios mejores para olvidar y recapacitar.
Aproveché también para practicar un nuevo vicio, las fotos panorámicas.
Desde el mirador de mi habitación, en pleno centro, frente a la Plaza del Olivo y con vistas a la Iglesia de San Juan.
La Plaza Mayor, vacía el miércoles, llena el viernes por un festival medieval.
De camino a la ermita de San Saturio andando junto al río Duero.
Una de tantas razones para visitar Soria, la Laguna Negra, en los Picos de Urbion y a 1700 metros de altitud.
La niebla al comienzo de la ascensión le dio cierta emoción al asunto, luego se disipo e hizo un día perfecto.
El Cañón del Río Lobos, desde un mirador con espectaculares vistas, con decenas de buitres sobrevolando el lugar y una paz solo enturbiada por una visita escolar a última hora. He de decir que no todos los buitres llevan corbata y maletín y que la visita escolar realmente fue poco ruidosa, los chiquillos eran bastante educados.
Una visita no prevista que la cercanía con el Cañón facilitó, Burgo de Osma, cervecita y torrezno de tapa en plena Plaza y al sol.
El fin del viaje en Medinaceli, su Plaza Mayor. Por supuesto que también visite su famoso arco romano.
Si se tercia escribiré algo mas sobre este viaje, me lo voy pensando, aunque aquí y ahora no se piensa con tanta nitidez como en tierras sorianas.
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