Un hombre que habita en Northfleet en Inglaterra es poseedor de una veintena de palomas a las que con mucho esfuerzo ha domesticado como mensajeras, tras un entrenamiento duro que comenzó nada mas asomar el pico por el cascarón pudo conseguir al fin que las aves pudieran emitir acuses de recibo y discernir los números en los buzones y en los porteros automáticos.
Sus vecinos no están tan entusiasmados ante el provechoso futuro que les espera a las palomas del señor Roy Day una vez hayan aprobado el examen de aptitud al cuerpo de Correos Británico, ellos solo oyen a las palomas con su intenso arrullo antes de que les suene el despertador, ven como las necesidades fisiológicas de las palomas choca contra el derecho de sus coches a mantener su pintura intacta y huelen el intenso olor de unos animales que no saben ducharse.
Ante las denuncias recibidas en la alcaldía se emitió una orden municipal que obligaba a Roy a deshacerse de las palomas, entonces hizo lo mas fácil, abrió la puertas del palomar y espero a que salieran por sus propias alas, espero y espero, al ver que no salían se asomo al interior para ver que ocurría, un grupo de palomas andaban jugando a las canicas, otra que tenia un rizo en la parte superior de su cabeza estaba apoyada contra una pared y mantenía las patas en alto mientras otra le limaba la punta de las garras, otra se le quedo mirando sorprendida mientras se encendía una pipa y en un tablón había una nota que indicaba que las que faltaban habían ido a cazar gusanos.
Roy tenía un plazo de veinte días para deshacerse de sus palomas y el haberles dado tanta comodidad y confort le suponía un handicap difícil de superar, lo intentó incluso metiéndolas en un gran cajón y llevándolas a 150 kilómetros de su hogar, lo único que consiguió fue encontrarse el mismo grupo esperando en el zaguán de su casa cuando volvió, veinte pares de ojos llenos de reproche y soportarlas una semana con un humor de perros. Volvió a intentarlo días mas tarde previo aliño de sustancias alucinógenas en el alpiste del desayuno para ver si así se desorientaban y no encontraban el camino a casa, fue peor, aunque tardaron en volver mas que la primera vez, fue necesaria una cura de desintoxicación y algunas no volvieron a ser las mismas.
La última opción sería matarlas, pero no quiere el peso de veinte cadáveres sobre su conciencia, el pobre Roy no ha tenido mas remedio que volver a casa de su madre, las palomas se quedaron con su casa y con la custodia de un canario al que Roy solo podrá ver la mitad de los fines de semana, mientras tanto los vecinos siguen alimentando la jaqueca del alcalde con sus protestas.
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