Proverbio español
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Cuando hablo de visitas indeseadas me refiero a bichos no a personas, aunque a veces cueste diferenciar unos de otros.
La cuestión es que el otro día leí el caso de un ciudadano de Seattle que descubrió una araña en su casa y termino incendiándola, la casa, no se menciona en el articulo el tamaño de dicha araña ni si esta sobrevivió al infierno al que fue sometida.
No se si por experimentar o por un ataque de imaginación destructiva, al amigo americano se le ocurrió que era buena idea intentar quemar a la araña con el arma favorita de cualquier artista callejero, un bote de pintura en spray y un encendedor. Pericia tuvo poca, acabaron llamando a los bomberos y a una cadena de televisión local, no esta claro si en este orden.
Con la de inventos que hay para tratar estas inconvenientes visitas, desde el primer invento de la humanidad, la rueda, solo hay que ver la de animales muertos que hay en las cunetas de las carreteras, hasta el baile flamenco, de ese zapateado no se salva cucaracha alguna, pasando por el útil y típico matamoscas y mosquitos, aunque en Seattle parece no tener mucho éxito, será porque son inflamables.
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Ayer tuve una visita indeseada, una lagartija o una salamandra, siempre las confundo. Era de un tamaño respetable, no tanto como para temer por mi vida, pero respetable, todo el mundo es respetable. La encontré en la habitación, luego me chuleo mientras iba armado con una escoba y visitó el cuarto de baño, entré tras ella a ver si le daba vergüenza, y salió, otra vez se dirigió a la habitación, tuve que usar el método de persuasión mas violento que conozco, la paciencia, no quería matarla así que la fuí empujando a ratos hacía el balcón. Minutos mas tarde estaba observándola a través del cristal, mientras reposaba tranquila sobre la barandilla, al borde del precipicio.
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