jueves, 1 de septiembre de 2011

Un día de septiembre

Hay ya demasiadas obligaciones sociales y contractuales sin compensación económica, ratos impagables y en el peor de los casos, incobrables, mi cumpleaños salió de esa lista hace años. Poco convencional, por decirlo de una manera suave, llegando a lo antisocial en algún momento álgido de elucubraciones interiores, y muy práctico, tiendo a simplificar mi entorno lo máximo posible, en lo personal y en lo material, porque todo se estropea, yo el primero. Esta es la maldición del tiempo que nos ha tocado vivir en el que las fechas de caducidad tienden a rebajarse.

Aunque a veces no se note, por mi aspecto juvenil y mi mente infantil, un día de este mes cumpliré dos mayorías de edad y un año, hechas las cuentas me permitirán beber dos veces alcohol y un chupito. Revisando el ultimo año, sigo sin estar convencido de nada, lo negro no parece lo suficientemente oscuro y lo blanco empieza a tener un tono grisáceo que no arregla ni la mujer del anuncio, esa que vestida en papel de aluminio viaja del futuro para grabar un comercial de detergentes que algunos se creen. Lo único verdadero que encontré es la mirada que no pude mantener, la risa que explotó sin avisar y alguna lágrima de culpabilidad, lo que quedó en sus ausencias fue posiblemente falso, si no es así que venga un científico loco y me demuestre lo contrario. Las previsiones para este año no son muy halagüeñas y quizás me este empapando algo el carácter de las últimas semanas y especialmente el día de hoy, escribí hace unos días que no intentaría entristecer el blog, intentaré evitarlo en lo sucesivo, pero la falta de actividad es muy mala cuando te da por pensar posibilidades y soluciones que probablemente nunca tengas la necesidad de tomar. El por si acaso esta totalmente asumido, quizás no debería preocuparme tanto del futuro, pero es algo que nunca he podido evitar. El puñetero futuro, nunca se ha conocido a nadie que pudiera controlarlo y a los que estuvieron a punto de hacerlo les falto algo de tiempo y les sobró paciencia. En positivo, lo mejor de un día malo es que el siguiente, por la ley de probabilidades, será infinitamente mejor. Y así será.

Mañana hay grandes posibilidades de que salga el sol, se sospecha incluso por algunas informaciones filtradas sin duda interesadamente, que realizará el mismo recorrido que hizo hoy e intentará ocultarse sin éxito, al menos tenemos que pensar que así sea, con los nubarrones que salieron por mi balcón hace unos minutos. ¿Y si llueve?, me mojare a gusto, ya sabéis que me encanta olvidarme del paraguas.



Para aquellos que cumplen años en septiembre, felicidades, para todos los demás, también, pero a su debido tiempo.




Las luces se han apagado, han sacado el pastel, 
aplaudían los padres, los tíos y los amigos 
todos a la vez, agrupados en un único grito, 
“que pida un deseo, que pida un deseo”. 
Y tú, nerviosa, como siempre que te toca ser el centro de atención, 
has fijado los ojos en un punto impreciso del comedor 
un segundo, dos segundos, tres segundos, cuatro y cinco.

Tus ojos cabalgaban buscando un deseo,
las velas quemaban y algunos de los amigos
te enfocaban con cámaras de retratar,
una voz comentaba “ay, qué guapa está”
y yo, en el fondo, me acababa el culito de la copa decidido
a encontrar un rinconcito adecuado para hacerme pequeño, pequeño.
Del tamaño de una mosca, del tamaño de un mosquito.
Para una vez empequeñecido, debajo los taburetes
y la mesa alargada por los dos caballetes,
hacerme paso con prudencia por un entramado
de zapatos de invierno, de confeti chafado,
y esprintar maldiciendo la longitud de mis nuevos pasitos
y esconderme entre un tapón de corcho y la pared
justo a tiempo que no me coma el cojones de gatito.
Y escalar las cenefas de tu vestido
y falcar el pie izquierdo en un descosido
y llegarte al hombro y sentarme en un botón
y coger un pelín de aire y, con un saltito,
engancharte un cabello e impulsarme en un último salto final
y acceder a tu deseo atravesando la pared del lagrimal.
Ahora un pie! Ahora un brazo! Ahora el torso! Ahora la cabeza!

Y ya dentro del deseo ver si hay buen ambiente,
repartir unas tarjetas, ser amable con la gente
y con maneras de joven discreto y educado
presentar mis respetos a la autoridad,
escuchar con atención batallitas curiosas a los más viejos,
hacerme fotos graciosas con otros ilustres viajeros
y con un hombre con corbata que no sé quien es.
Y en la nube de sueños que tienes al alcance
y entre otros que, lo siento, pero ya nunca vivirás,
detectar un caminito que me aleje del grupo
o una sombrita tranquila donde, desapercibido,
acostarme un rato y, por fin, relajarme celebrando
el placer indescriptible que es estar contigo, hoy que te haces grande,
mientras fuera del ojo las velas se van apagando.

Cumpleaños (Manel)

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